viernes, 23 de abril de 2010

Malthusianismo : Otra cara de la eugenesia.

La crítica situación de nuestro planeta en el terreno ecológico, la situación de desestabilización de la política internacional y el desigual reparto de la riqueza, concentrada en los Estados imperialistas y más concretamente dentro de éstos, en su esquema de capitalismo monopolista de Estado, en sus élites oligárquicas que concentran los medios de producción, da pié a numerosas interpretaciones e ideas. Algunas resultan mucho más absurdas que otras, naturalmente.

Algo similar a las propuestas de aumentar la experimentación con transgénicos para paliar los efectos de las hambrunas, que gracias a la crisis económico-financiera se ceba con 120 millones de seres humanos más, en lugar de redistribuir la riqueza acabando con la sociedad de clases y con el imperialismo, es el malthusianismo. Es una teoría del siglo XVII, que considera que se ha dado una "explosión demográfica" que ha provocado un "exceso" de "población sobrante" en el mundo. Malthus planteaba que era necesario controlar de forma estricta la población, además de tener en cuenta la guerra como "factor equilibrante" de este ecosistema humano, eliminando a los seres más débiles y a los "sobrantes".

Si será repugnante y baja de moral la burguesía que en estos tiempos, en lugar de dejarnos interpretar de forma meridiana que es su existencia, la existencia de una minoría acumuladora de los medios de producción y de la riqueza por tanto,y del poder de los Estados, la que obstaculiza el progreso humano, resucita viejas teorías malthusianas y eugenésicas para justificar sus políticas imperialistas, sus genocidios directos e indirectos en sus colonias y semicolonias de África y Asia, y en definitiva, el perpetuamiento de su enloquecido y suicida orden político y social.

Los marxistas decimos que no, que no existe un exceso de población en el planeta. Esta es una burda excusa del imperialismo para justificar las limitaciones demográficas y la aplicación forzosa de políticas fijadas por la ONU en China India y Brasil, Estados emergentes que pueden ser sus potenciales competidores en el mercado internacional, además de muchos otros Estados que están aún más indefensos. La riqueza primaria de nuestro planeta es capaz de sostener alimentariamente a 7500 millones de personas, 1500 millones más de los que habitan actualmente la Tierra. No obstante, el 72% de la riqueza mundial está en poder de un 11% de la población de los Estados desarrollados, esto es , del 0,8% de la población total, estimada en 250 millones de personas. Son esos 250 millones de individuos quienes nos han llevado al colapso ecológico, social, y humano en el que nos debatimos actualmente. Y son esos individuos, en todo caso, y no otros, quienes de negarse a devolver esa riqueza al conjunto de la Humanidad , deben ser eliminados, y no los más indefensos. Adelante hacia la civilización socialista. Os dejo con un artículo de Juan Manuel Olarieta interesante a este respecto.


Una declaración de guerra contra el proletariado




Por Juan Manuel Olarieta



Martes 6 de abril de 2010
[Este artículo ha sido enviado a “Rebelión” ya que es una réplica a otro anterior publicado por ese medio, a pesar de lo cual no ha sido publicado]
Bajo el título de “El otro decrecimiento” el Sr.Luis Alsó publica un artículo en el que ensalza la política demográfica malthusiana que, según una expresión de Engels, constituye “la más abierta declaración de guerra de la burguesía contra el proletariado” (1). Personalmente me adhiero a la tesis de Engels y, por consiguiente, estimo que el referido artículo del Sr.Alsó es una reedición de aquella declaración de guerra contra la clase obrera, lo que me mueve a salir en su defensa, a tomar partido por los explotados y por Engels en contra del articulista y de las políticas malthusianas promocionadas por los imperialistas.

El Sr.Alsó reconoce que “hasta hace poco se consideraba reaccionario en los círculos de izquierda alertar sobre el problema demográfico”. No sólo hasta hace poco: los círculos de progresistas, entre los que me incluyo, seguimos considerando reaccionarias las tesis, como las que él expone, sobre la inexistente “explosión demográfica” y como criminales las políticas impuestas masivamente en el Tercer Mundo contra la población “sobrante”, la mayor parte de las veces bajo el auspicio de la ONU. Creo que no pueden caber dudas acerca de la verdadera naturaleza imperalista de esas medidas, cuando se planean en el primer mundo y se ejecutan en el tercero, es decir, que los que sobran son aquellas poblaciones y no las nuestras. Por mi parte, empezaré a tomarme en serio que existe un exceso absoluto de población cuando quienes sostienen el malthusianismo empiecen a aplicarse a sí mismos las medidas de castración que vienen imponiendo a terceros y de la manera fraudulenta que lo vienen haciendo, con el apoyo de la ONU.

El carácter ultrarreaccionario del malthusianismo ha estado siempre tan claro para las fuerzas progresistas, que siempre se ha obviado la crítica de las absurdas propuestas del reverendo aspirante a demógrafo. La promoción de las tesis de Malthus en los círculos burgueses británicos de finales del siglo XVIII proviene del cordón sanitario impuesto en las islas frente a la Revolución Francesa. En toda Europa las fuerzas avanzadas siempre defendieron a Godwin frente al predicador protestante, pero “la ideología dominante es la ideología de la clase dominante”, y hoy desde Estados Unidos el malthusianismo se está infiltrando en los círculos progresistas bajo una cobertura seudoecologista, aunque no por ello deja de ser exactamente una ideología, es decir, una concepción radicalmente falsa, tanto cuando se refiere a la sociedad como cuando se pretende extender, como hace el Sr.Alsó, también a la naturaleza. En ambos casos, en la naturaleza y en las sociedades humanas, las manoseadas tesis acerca de una supuesta explosión demográfica son falsas, por más que los imperialistas y sus altavoces lo repitan hasta la saciedad.

No creo que sea necesario recordar con detalle el éxito de las concepciones demográficas malthusianas y a dónde han conducido siempre, así como tampoco sus derivados, es decir, las concepciones acerca del espacio vital y la eugenesia. A pesar de su torpeza teórica, las exageraciones poblacionales no sólo han conducido y siguen conduciendo al intento brutal de exterminio, a una política cuantitativa de reducción demográfica, como propone el Sr.Alsó, sino que se extienden al aspecto cualitativo, a la “mejora” de la “raza” humana. El decrecimiento, es decir, los cambios cuantitativos provocan cambios cualitativos y acaban en los campos de concentración, el racismo, el apartheid, la segregación racial, las esterilizaciones forzosas y la limpieza étnica. El malthusianismo es la ideología por antonomasia del imperialismo, tanto en la Italia de Mussolini, como en el III Reich o en las fundaciones “sanitarias” y “benéficas” actuales con sede en Estados Unidos. La eugenesia no fue algo que Galton inventó a finales del siglo XIX sino que ya estaba en el “Primer ensayo sobre la población” de Malthus, es decir, un siglo antes, cuando el reverendo sugería “condenar al celibato a los individuos menos perfectos”.

El malthusianismo es una política brutal predispuesta contra los sectores más oprimidos de una sociedad clasista que pretende perpetuarse a sí misma. Aunque es muy conocido que la realeza y la aristocracia europea arrastran taras genéticas, físicas y sicológicas desde hace muchísimas generaciones, la eugenesia no se ha planteado exterminar o esterilizar a estos sectores sociales privilegiados; no son su clientela porque el racismo y la eugenesia no se fundamentan en la condición genética sino en la clase social.

Sin embargo, tanto en Malthus como en el Sr.Alsó, las cuestiones demográficas y ecológicas se plantean al margen de la sociedad concreta en la que vivimos, lo cual, proyectado desde la misma invención de la agricultura, es decir, desde hace unos 10.000 años, resulta francamente grotesco. Las versiones apocalípticas, típicas de una ideología religiosa protestante milenarista, coinciden en dramatizar un problema situándolo fuera de las relaciones de producción que lo han causado, de la sociedad de clases actual; lo que vale para los bosquimanos vale igual para Wall Street. El pensamiento burgués se caracteriza por tratar de demostrar que hay algo que no sólo está al margen de las clases y de la lucha de clases sino por encima de ellas. Es así como en el propio artículo del Sr. Alsó comprobamos que es posible hacer referencia al “hombre” en abstracto, fuera de la historia y del modo de producción, a la industrialización, a la sociedad moderna, a la civilización contemporánea. Por eso Malthus criticaba que Godwin pusiera los problemas sociales (de los cuales los demográficos son una parte) en relación con las “regulaciones políticas” y la “organziación de la propiedad”. Antes como ahora Godwin tenía razón; no fue necesario esperar a que Marx lo repitiera medio siglo después.

Planteado de forma ahistórica, cualquier problema social conduce a concepciones absolutas y absolutistas, tanto hoy como hace dos siglos es decir, tanto en el Sr.Alsó como en Malthus. Pero dichos problemas, incluido la superpoblación, son relativos, es decir, dependen del modo de producción, de la sociedad concreta en la que surgen. En el capitalismo actual el excedente poblacional es relativo a la acumulación de capital, que cambia su composición orgánica, disminuyendo la parte correspondiente al capital variable (y, por tanto, los salarios), al tiempo que la población se proletariza y se crea un ejército industrial de reserva. La demanda de trabajo no depende de la totalidad del capital sino sólo de su parte variable y disminuye proporcionalmente de manera acelerada a medida que crece el capital total. La población obrera crece más rápidamente que el capital variable pero no de una manera constante. Esto genera un excedente de fuerza de trabajo inactiva. La mayor atracción de obreros por el capital va ligada a una repulsión también mayor. Esta superpoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acumulación del capital o, mejor dicho, en una de las condiciones de subsistencia del propio capitalismo. Tiene que haber grandes masas de fuerza de trabajo disponible, en reserva, a las que recurrir en momentos determinados. Según Marx, “a la producción capitalista no le basta, ni mucho menos, la cantidad de fuerza de trabajo disponible que le suministra el crecimiento natural de la población. Para poder desenvolverse desembarazadamente necesita un ejército industrial de reserva, libre de esta barrera natural” (2).

Lo mismo sucede con el hambre en el mundo, que la burguesía imperialista no se plantea como un problema del precio de los alimentos sino de su volumen: de las toneladas de producción mundial de trigo, de arroz, de maíz, etc. El problema más grave es que la Tierra tiene una superficie limitada de cultivo; no da más de sí y, además, como sabemos desde comienzos del siglo XIX gracias a David Ricardo, el suelo tiene una fertilidad decreciente. El hambre, pues, no es una lacra social sino “natural”: siempre ha habido y siempre habrá famélicos; gracias a dios, porque el hambre acarrea enfermedades que exterminan a los sobrantes, manteniendo el ecosistema humano en un equilibrio cuasi-perfecto. A lo largo de la historia las hambrunas siempre han sido funcionales... por lo menos para los que no sucumbían a ellas.

La tesis de la fertilidad decreciente, otro fenómeno natural y no social, conduce directamente a la catástrofe porque en el pensamiento burgués todo resulta catastrófico. Los problemas demográficos son, por un lado, ecológicos o, como se dice ahora, “globales” y conducen a desastres inminentes. También esto lo dijo Malthus y, como siempre, no demostró nada; no lo podía hacer porque se trata de tesis falsas, como se ha comprobado repetidamente a lo largo de dos siglos. No hay manera de que la burguesía separe los desastres ecológicos del capitalismo de su repugnante ideología malthusiana, y desde los tiempos del Club de Roma está claro que en su decadencia la burguesía se ha sumado al carro de la ecología sólo para introducir su tesis demográfica por la puerta trasera. Todos navegamos en el mismo barco (no hay primera clase, ni segunda, ni tampoco los que duermen en cubierta). Ese barco es la Tierra. El espacio vital está, pues, limitado, no hay sitio para todos, sobre todo si todos queremos disfrutar del nivel de vida de Nueva York, Londres, París o Berlín que, como ya sabemos, es muy elevado. No alcanza para todos; no merece la pena intentar un reparto porque somos demasiados a repartir. Ni siquiera es un problema de reparto, de relaciones de producción sino físico: de volumen de producción. El capitalismo no tiene la culpa ni de eso ni de nada. Ya lo decía Malthus hace dos siglos: “Probablemente se haya alcanzado la producción máxima de alimentos que la tierra pueda ofrecer” (3). Pues si, probablemente; es la profecía que llevamos leyendo 200 años con distintos formatos; todo se agota o se pudre: el petróleo, el agua, los alimentos, el ozono, el aire... excepto el capitalismo porque no es un problema de relaciones de producción sino físico o biológico, es decir, “natural”. El capitalismo es eterno e intemporal.

Que después del fiasco de la última gripe en la actualidad la ONU nos avise sobre la pérdida de biodiversidad como “una de las mayores amenazas para nuestra supervivencia”, no solamente no es garantía de nada sino más bien todo lo contrario. Lo más seguro es que sea otra de sus amenazas fantasmagóricas. Para saber si estamos perdiendo diversidad primero la ONU tendrá que demostrar cuánta diversidad biológica existe y cuánta ha existido antes; necesitará dotarnos de un instrumento para medirla y compararla. Si se comprueba que eso es cierto, luego deberá analizar sus causas, es decir, si es culpa de la actividad “humana” y, finalmente, deberá también explicarnos el modo en que esa pérdida de biodiversidad (que entiendo irreversible) amenaza con llevarnos al holocausto final. Pero de momento lo que yo puedo decir es que, en lo que me concierne, ya estoy harto y saturado de tantas amenazas que me rodean, y lo que verdaderamente me pregunto es si el capitalismo quiere que me sienta así, amenazado, que viva sumido en el miedo que, en definitiva, es el miedo a la libertad, o sea, la antesala del fascismo. ¿Por qué siempre los problemas ecológicos se tienen que exponer de una manera apocalíptica? ¿Acaso no son de por sí suficientemente graves? ¿O necesitamos exagerarlos para tener miedo al fin del mundo que se nos avecina?

Me repugna profundamente que el Sr.Alsó considere al hombre, su “hombre” ahistórico y asocial, como el rey de la destrucción y que sólo sea capaz de considerarlo así, el rey de la destrucción, y que asemeje -además- la civilización a un cáncer en estado de metástasis. Este tipo de expresiones burdas y demagógicas forman parte el culto a la crisis, de la ideología imperialista del derrumbe y el apocalipsis inminente. El alivio me llega cuando el Sr.Alsó nos dice que no sólo somos una especie amenazante sino una especie amenazada. Quizá en eso consista ese magnífico final de la visión antropocéntrica del mundo de la que nos hemos liberado gracias al Club de Roma: desde su fundación en 1969 el hombre ha dejado de ser el centro del mundo porque el mundo se acaba, se agota. Así me siento mucho más reconfortado. No soy yo el único que está en crisis; todo se está hundiendo: “mal de muchos, consuelo de bobos”, dice el refrán.
Naturalmente el Sr.Alsó oculta que el Club de Roma, oráculo de la seudoecología malthusiana, es un cenáculo de los más grandes monopolios transnacionales, es decir, oculta la naturaleza de clase de las fuentes ideológicas que anuncian el fin del mundo. Leídas hoy aquellas previsiones futuristas contenidas en su primer informe causan más risa que las de Malthus hace dos siglos. Viviremos para contarlo.

Notas:

1. La situación de la clase obrera en Inglaterra, Júcar, pg.524.

2. El Capital, Fondo de Cultura Económica, tomo I, pgs.521 y stes.

3. Primer ensayo sobre la población, Alianza Editorial, pg.235.

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