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Estanislao Zuleta


HERMANITO

 

CONFERENCIA DE ESTANISLAO ZULETA 

SANTO DOMINGO (CAUCA) CIUDADELA DE LA PAZ

 

 

 CAMPAMENTO DEL M-19

14 DE MAYO DE 1.989

 

 

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Las Precisiones

A ustedes que se embarcaron en la defensa de la paz y en la lucha por construir una democracia amplia y participativa, voy a hablarles de lo difícil que es sustentar y defender la democracia. Hay dos problemas: nuestra historia y la democracia misma.

La democracia no pertenece a la tradición de la izquierda y esto hay que decirlo francamente. La tradición nuestra ha estado determinada por el marxismo, que no es un pensamiento democrático. En sentido estricto, ideológico, Marx no lo era. Cuando Marx comentó los derechos humanos confundió la ideología individualista, sensualista, utilitaria y liberal de la época con el acontecimiento político mismo. Marx criticó una ideología que proclamó los derechos humanos como una expresión simple del egoísmo del mundo capitalista, del mundo burgués individualista, y de paso criticó esa concepción de los derechos.

Los derechos humanos, como expresión, tienen un origen: la declaración francesa y la norteamericana, que son anteriores a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU y los cuales son retomados por ésta torpemente. Así, se asimila democracia con derechos humanos, considerados son conceptualmente una misma cosa. Y esto es torpe porque la Declaración está basada en una cierta concepción  ideológica de la naturaleza humana. Se dice, por ejemplo, “Dado que todos los hombres nacen libres e iguales (...) deben tratarse con fraternidad y todos tienen derechos...” La verdad es que, pese a lo generoso, es radicalmente falso: los hombres, sinceramente, no nacen libres e iguales. Los gorriones si nacen libres e iguales; los hombres nacemos en clases y razas distintas: unos nacen con poder, otros con debilidad, mientras unos tienen la posibilidad de abusar, otros – la mayoría – son vulnerables a los abusos. Lo que parece positivo – “libres e iguales” – termina siendo negativo y restrictivo.

Es el caso de aquel principio que se maneja con gran liberalidad: “El derecho de cada cual termina donde comienza el del otro”. ¿Cuál derecho? ¿El de la propiedad? Eso era lo que le molestaba a Marx. Hablando de la propiedad, este principio es correcto, pero no se ve claro por qué mi derecho a educarme termina donde comienza el derecho del otro, o mi derecho a tener casa o salud. Ahora bien, el derecho de asociación depende de que los demás tengan ese derecho. Si no hay derecho a libre asociación o si sólo tiene derecho a existir un partido único, entonces yo en verdad no tengo ningún derecho. Es el caso también de la libertad de expresión. Si el Estado sólo quiere escuchar su propia voz y además pretende que es la voz del pueblo, la libre expresión no existe. Esa libertad es de todos o no existe. En las sociedades teocráticas existe la libertad de expresión, pero ésta es la del Imán.

Nuestra Antidemocracia


Volviendo a nuestra tradición como izquierda, Marx apuntaba a una forma de ejercicio del poder: la dictadura del proletariado, la cual, entre otras cosas, ha llegado a ser la dictadura del partido, el partido único que se confunde con el Estado. Con esa perspectiva como meta no se puede ser demócrata. Precisamente, lo que se busca es abolir la concepción burguesa de democracia. Dentro de la tradición marxista, la democracia es táctica. El uso ha sido claro: hablo de democracia y eso me da espacio para hacer política, pero cuando tome el poder cierro la posibilidad de que otros hagan política, cierro el espacio. En la tradición de izquierda, la democracia es una máscara que se pone el capitalismo, debajo de la cual se puede dar el lujo de explotar, de hacer, de dominar...

Es claro – y de ahí la dificultad -: en gran parte de las sociedades que se autodenominan “democráticas” no sólo existe una distribución aberrante de los ingresos y de la riqueza, sino toda clase de injusticias. Pero hay contiendas electorales que “legitiman” la dominación. Reducen la democracia a un mecanismo procedimental de elección de presidentes y congresos pero, en la práctica, los derechos que se consigan de poco sirven porque no se da la posibilidad de ejercerlos.

Una cosa son los derechos y otras las posibilidades. ¿De qué sirve el derecho de expresión si no existen los medios personales o colectivos para ejercerlos?

Entonces, suele confundirse la defensa de la democracia con la defensa de sociedades injustas, que se autoproclaman “democráticas”. De aquí la dificultad en defenderla.

Los enemigos: El ayer y el hoy


Ustedes se han comprometido a defender, promover y construir una  democracia ampliada, participativa y van a encontrarse con grandes dificultades, reservas y hasta hostilidades.

Clásicamente se ha combatido la democracia de dos formas, y este debate tiene ya milenios. Se la ha combatido desde el racionalismo y desde el irracionalismo.

El ejemplo del racionalismo está en Platón, que era adversario de la democracia ateniense. Si bien se trataba de una forma de gobierno extremadamente limitada, pues sólo tenían derecho a ejercerla los ciudadanos con exclusión de los esclavos, que eran la mayoría, la democracia era muy desarrollada. Durante la época de Pericles, el ciudadano ejercía su derecho: polemizaba en la plaza pública, hacía propuestas, vetaba, decidía por votación, elegía al dirigente por un período... ejercía las ventajas de la democracia. Nadie ocupa el poder por derecho propio, sólo se puede ocupar por delegación transitoria, 4,5 o 6 años y cumplido el periodo, elecciones y vuelve y juega. Reconquistar o perder el poder es el rasgo esencial, no existe el derecho propio o por sangre, nobleza, derecho de propiedad, herencia o porque se tiene la “VERDAD”.

Para Platón, a la autoridad o el poder los legitima sólo el saber, por eso propuso en la República el gobierno de los filósofos y para justificarse daba un ejemplo: el del capitán del barco. ¿Quién puede serlo? Sólo el que mejor conozca la navegación, los vientos, los mares, y las estrellas para guiarse. Esa, para él, es la autoridad legítima. Ni la elección por parte de la mayoría de la tripulación, ni un asalto al barco, ni un golpe de Estado, digamos, legitima; sólo el saber puede hacerlo. Claro, Platón se olvidaba de un pequeño e importantísimo detalle: en política no se trata solamente de lo verdadero y lo falso sino también de los intereses. Si ese señor que sabe tanto de las mareas y las estrellas y que domina los vientos tiene la particularidad de querer llevar el barco a un puerto donde sólo él y su familia hacen buenos negocios y donde la tripulación no quiere ir, su poder nunca será legítimo.

Otro elemento más: en el barco está bien que sólo haya un piloto y no que tres partidos estén disputándose el timón y sucesivamente cambiando el rumbo, porque a lo mejor se estrella el barco o no llega a ninguna parte. Si dejamos la metáfora y nos adentramos en las sociedades, el asunto se complica por aquello de los intereses encontrados, los grupos de opinión o de poder diferentes.

Me he ido a ese ejemplo tan antiguo porque la idea del saber como legitimidad está absolutamente presente hoy: las minorías son las que tienen formación, son las más ilustradas. Los opositores de la democracia, las mayorías ni siquiera saben o entienden; entienden los expertos, los ilustres, los padres de la patria, los tecnócratas... y se preguntan ¿para qué un plebiscito si el pueblo no sabe de qué está opinando? Pan y circo, a lo sumo.

No, no es una idea rara de Platón, es una corriente antidemocrática en el presente. El saber, por ejemplo – ese privilegio que “legitima” e ilumina sobre el destino de la historia y sus leyes -, no necesita estar ya en los filósofos, puede estar en el comité central de un partido o en el club de los expresidentes. Esos que tienen hoy el poder “legítimo” del saber son Platón, o los que en nombre de la ciencia del marxismo-leninismo o de la revelación, del Corán o del neoliberalismo, se colocan por encima de la sociedad y representan la antidemocracia del hoy.

Pero el asunto no queda allí, se da también una manipulación de la “verdad” o las “verdades”. ¿Cómo va a ser falso que el saber del Corán se lo dictó el arcángel San Gabriel a Mahoma en una cueva? ¿O que, como vocero del Espíritu Santo y especialista en las comunicaciones del cielo, vino a contarle a la virgen María sobre su embarazo...?

Esos, junto con los racistas o los “representantes imaginarios”, son los adversarios de la democracia.

Los “representantes imaginarios” son, por ejemplo, los representantes del ataque. El ejército se siente representante de la patria. Nadie lo ha nombrado, pero actúa en su nombre, olvidándose que la patria somos todos. Se autoproclama defensor frente al enemigo interno y eso autojustifica su acción. No son quizá peligrosos en el sentido político, pero sí en el otro sentido.

Volviendo a la legitimidad del saber y su superación, quizá lo que se necesita es que la gente aprenda por sí misma, se lance a bailar; que la gente participe, que elija nuevamente, que se equivoque; porque sólo actuando se aprende el ejercicio de la democracia, sólo bailando se aprende a bailar.

No es que se dé a la gente clases de democracia para que, ya graduada, pueda votar o pueda asociarse.

La democracia como fuerza


Hoy, más que nunca, se requiere del control del poder porque el poder sin control termina en abuso. Se necesita el control del poder político, del poder del Estado por parte de quienes lo soportan. Un control efectivo.

La democracia es para los pueblos la cátedra IN VIVO de la política, la necesidad de aprender a luchar continuamente por sus intereses y a averiguar cuáles son. La universidad de la democracia es la vida misma. La democracia es siempre un proceso en ampliación, no existe como obra terminada.

El poder necesita ser controlado y no sólo el poder político. Una persona abusa de su poder económico cuando agrede a sus empleados. Por ello, los trabajadores deben tener derecho a asociarse en un sindicato que, como tal, se convierta en un poder, en contrapeso frente al capitalista. ¿Qué obliga al capitalista a conversar con el trabajador? El temor a un paro que le pueda afectar sus ganancias, es lo que obliga a conversar con sus trabajadores, a aceptar un pliego de peticiones. La capacidad del trabajador limita la posibilidad del abuso del poder que tiene el capitalista y así en el conjunto de la sociedad.

En nuestra época, el diálogo es lo más importante, pero detrás de él tiene que haber fuerza, sin que esto signifique necesariamente violencia. No se trata que el sindicato se tome la fábrica a bala, sino que tenga como tal capacidad de agrupar la fuerza de todos los trabajadores.

La fuerza tiene muchas formas. Es muy probable que el gobierno no se siente a discutir con trece ilustres pensadores inermes, pero sí lo hace con el M-19 y ello se debe a que le reconoce algún poder.

Esto deja claro que no fue un error el proceso en que se construyó ese poder porque él dio pie a que hubiera diálogo. Y el diálogo apoyado por las masas es la fuerza y es tan decisivo o más que un poder armado.

Es que las armas no lo son todo, no hay que creer demasiado en ellas. El caso de la España y la Argentina de hoy son muy educativos al respecto. Ambos ejércitos han tratado de dar golpes de Estado y han fracasado porque han tenido toda la sociedad en contra. La capacidad de dominar a una población rechaza en forma unánime el régimen.


El diálogo como necesidad


PPEl diálogo es hoy el elemento más importante para la humanidad, estamos en el aprendizaje del diálogo.

Hace muchísimos años - 500.000 - la humanidad se encontraba también en el borde del perecer, las otras especies estaban mejor armadas y amenazaban con el aniquilamiento. Comenzó entonces el agrupamiento en tribus y, como no es instintivo en nosotros ser gregarios, la humanidad tuvo que inventar el lenguaje, las instituciones, las leyes, la prohibición del incesto, inventar el Estado porque sólo en grupo podía hacerse frente a los desafíos del medio hostil externo.

Ahora la humanidad tiene que inventar el diálogo también para sobrevivir. Ahora la destrucción no se debe sólo al medio hostil externo, ella misma se autoamenaza con las armas nucleares, con la destrucción de la naturaleza. El diálogo y la concertación son las armas de la supervivencia: o aprendemos o sucumbimos.

Si cada Estado, pongámoslo a ese nivel, en nombre de su soberanía se niega a dialogar, pone en riesgo a su población y a la humanidad.

Al nivel macro o máximo el diálogo es una condición fundamental de sobrevivencia. Pero el diálogo tiene que ser racional, ofrecerse a la argumentación, estar dispuesto, abierto a escuchar al otro; tener capacidad argumental de sustentar sus propias posiciones.


Pluralismo: Esencia de la Unidad


Si uno no está dispuesto a poner en práctica estos principios, podrá hacer pactos de no-agresión por comodidad, pero no habrá diálogo. La hipótesis de "yo tengo toda la verdad, el otro está completamente equivocado" o "no tengo nada que aprender en esta discusión", en síntesis, la subvaloración del contrario, atentan contra los principios que deben regir el diálogo, porque este impone la argumentación de que la argumentación del otro puede tener aspectos válidos nos referimos al valor educativo de la diferencia, de la pluralidad.

Una característica esencial de la mentalidad democrática, en un sentido moderno, es la aceptación del pluralismo por la sola razón de la imposibilidad de conseguir la unanimidad. Los hombres, los partidos, los grupos de intereses, piensan distinto; las gentes tienen diversas opiniones, creencias, religiones, gustos. Someternos a una sola idea o creencia produce terror absoluto, aunque por el terror es imposible someter al ser humano.

Por terror lo pueden obligar a uno a hacer cosas que uno no desea, pero hay dos cosas a las que nadie puede obligarnos: a amar y a pensar. El más horrible tirano con un aparataje terrible nos puede obligar a arrodillarnos; puede torturarnos para, a veces con éxito, lograr confesiones; puede intimidarnos con su estado de sitio para que no salgamos a la calle, pero lo que no puede hacer es obligarnos a pensar como él o a amar o dejar de amar lo que se ama. Hay un margen no tocable de la libertad. Ese límite es el que determina el fracaso del tirano; un límite no traspasable que es donde el hombre piensa, desea y ama.

Hay que aprender a amar la pluralidad y esto, reconozcámoslo, es difícil. Estamos acostumbrados a creer en nuestra idea como la única verdadera, no cuestionable no enriquecible. Estamos acostumbrados a declarar herejes o revisionistas, o cualquier cosa, al que difiere de nuestra idea. Estamos acostumbrados a pensar en términos de buenos y malos, a organizar partidos fanáticos que producen naturalmente - así como el hígado produce bilis - sus ortodoxos y sus herejes.


El ocaso de los dioses


En este sentido, la primera mitad del siglo XX fue una época catastrófica para la humanidad. Es la época de los partidos de derecha a izquierda en el poder: Hitler y Stalin; la verdad absoluta de un lado y del otro, la historia como seguridad de realización de la idea.

En la historia triunfa la raza superior o la victoria histórica será del socialismo y del proletariado. En síntesis, en la historia triunfará la verdad. Estar en contra de los que yo digo no es estar en contra mía como persona, es estar en contra de la historia y la naturaleza de las cosas, en contra - en otra época - de Dios. Es criticar o estar antagonizando contra tres enemigos terribles que al mismo tiempo lo habilitan, lo hicieron y lo dominan a uno y todo lo que existe; la Historia, la Naturaleza y Dios. Y con voceros en la tierra contra los que no caben antagonismos; porque la crítica, por ejemplo, a Stalin no es contra la persona, es contra la Historia Universal, pues él es un instrumento, voz de la historia. Esta es una de las formas más perversas de la "Identidad imaginaria".

Si quien habla es el representante de Dios, ustedes verán las dificultades que significa estar en desacuerdo con dios. Es grotesco, pero funciona. Hoy sigue siendo gravísimo enfrentarse a esos dioses, pero tienen un contrincante: la democracia, la diferencia nutriente de la igualdad. Hay que aprender que la pluralidades un enriquecimiento y que le diálogo racional es la manera efectiva y real de tratar a los hombres como iguales. Ahí es donde se aprende la noción de igualdad. Igualdad en sentido preciso no-semejanza: o uniformidad; igualdad como existencia de diferencias que no se convierten en pretextos de dominación. Diferencia de ideales, de deseos, de pensamiento, de gustos, de costumbres... Igualdad es que la diferencia no dé pie a que unos dominen a otros.

Esa igualdad es la que se produce en el diálogo racional. El diálogo con argumentos es una escuela de igualdad humana, por eso la argumentación, la demostración se hace entre iguales que se reconocen y respetan. Si a un ser se le ve como inferior se le amenaza, se le intimida o se le obliga; si se le ve como superior se le suplica, se le seduce.

Existe una gran diferencia entre aceptar porque se está de acuerdo con un argumento correcto, a aceptar por temor a que me disparen o me peguen.


La democracia se conquista a diario


Como decía al iniciar esta charla; todo poder - y esto hay que aprenderlo - si no está controlado por aquéllos sobre los que se ejerce tiende inmediatamente  al abuso de poder. Si un poder no es objetable, discutible, disputable y sustituible se identifica con el abuso de poder, es en sí un abuso - por tal no puede ser legítimo -. El abuso de poder se ejerce sobre los sectores más vulnerables de la sociedad, por eso es ahí en donde debe darse la mayor solidaridad.

Este es un tema máximo de la lucha efectiva por la democracia. Los derechos se han ido conquistando poco a poco pese a que la Declaración de los Derechos Humanos va a cumplir dos siglos. El derecho de asociación sindical fue conquistado en el siglo pasado tras largas luchas, mientras que el voto femenino se conquistó hasta este siglo. La proclamación de los derechos humanos no significa el ejercicio inmediato de los mismos, son conquistas que van creciendo, ¡Esto es la Democracia!.

A la conquista de derechos se le puede dar varios nombres: en nuestra manera de luchar por la democracia le llamamos poder popular. Cuando se conquista el derecho de asociación sindical o el derecho de organización de masas - comunas municipales, juntas de acción comunal, formas orgánicas de presión - ha crecido el poder popular: la democracia, y se ha hecho una conquista contra la miseria. La miseria no es sólo carencia de alimento, de vestido, de vivienda, de servicios... , es, además de estas carencias, impotencia para luchar con eficacia contra ellas. Impotencia es dispersión. Hay una miseria más triste que cualquier miseria cuantificable en cifras, en calorías, en carencia de agua, medicinas, en salario, en ingresos, y es esa misma miseria cuando no es vivida en forma de solidaridad sino de dispersión.

Cuando cada familia en el barrio vive su pequeña tragedia aisladamente de los otros sin que esa muchedumbre de tragedias superadas puedan dar lugar a un proyecto común, a una acción mancomunada, a un trabajo en comunidad, esa miseria de la dispersión, del aislamiento y la separación es la más triste de todas, porque es la miseria sin esperanza.


Sobre todo, la esperanza


El hombre puede estar privado de cualquier cosa menos de esperanza. Según la leyenda griega, Prometeo fue encanado al Cáucaso por haber revelado a los hombres los secretos divinos: les entregó el fuego, los metales, las artes, la agricultura; entonces los dioses, celosos de ese ser que iba a crecer tanto, lo condenaron al terrible suplicio. Sin embargo, Prometeo dice en el texto de Esquilo "No, no solamente les di lo que dicen los dioses, les di más que eso, les di algo más importante, ¡les di la esperanza!".

Y en efecto, lo que hay que vencer es la incapacidad de los pueblos por organizar la esperanza, una esperanza razonable, no el delirio de que alguien va a llegar y va a trastocar el mundo, sí una esperanza, una fuerza creciente.

La lucha por la democracia es la lucha por la fuerza creciente del pueblo, no se trata de sustitutirlo por un ejército aunque sea muy eficaz y bien intencionado, la lucha es por hacer que crezca la fuerza del pueblo mismo. Esto nos da un panorama efectivo de que en qué consiste la democracia.


La cultura es un arma poderosa


Es importante que la democracia se conceda de manera concertada, pero no es suficiente. Es valioso que se escriban leyes en libros, pero de poco valen si no existe el poder de hacerlas cumplir o si no están impresas en la mente de los hombres o el pueblo no las conoce. Tener un derecho que no se conoce es lo mismo que no tenerlo.

Así pasa en nuestro pueblo: aunque existe un personero, un procurador ante quienes quejarse de los abusos del ejército o de la policía, esto no se hace porque se desconoce la existencia o función de ese derecho. Por eso hablaba antes de la miseria más allá de las duras carencias materiales, ese aspecto triste de la miseria cuando se vive como fatalidad natural. "De malas, ¿no?", dice la gente:

"Nosotros que no tenemos más que un platito de arroz y una sopita de nada. De malas, ¿no?..." Esa es la tragedia más triste, la tragedia sin esperanza, la que no da lugar a un combate, a una lucha, a una suma de fuerzas, sino a la dispersión. Es que la resignación es una de las virtudes, menos democráticas que se haya inventado; la esperanza es todo lo contrario: la más democrática.

La democracia no es para celebrar que ya se dio. ¡No!, es para que crezca, y crece cuando se expande la cultura. Entonces la capacidad de decidir es mayor y más eficaz. Hay más capacidad de inventar, de participar, de producir organizaciones, de intervenir sobre la historia, la economía. La democracia crece en la medida que crece la cultura.


La medida de lo democrático


Las autoridades son democráticas, no por lo que está escrito en una Constitución. La Constitución, aunque lo diga, no es democrática si no encarna las actividades y los sentimientos de un pueblo y las relaciones que los pueblos tienen entre sí. El antiguo cristianismo decía, con razón, que la letra mata y que el espíritu vivifica. Pero: ¿Cuál es el espíritu de la democracia? : el pueblo en lucha de sus derechos, por los nuevos derechos. Lo demás es la letra de la democracia.

Democracia total no existe si no hay praxis constante, por eso la tarea de desarrollar la democracia es finita.

Si uno quiere saber en qué medida es democrático un país, lo que hay que investigar no es lo que la Constitución dice, lo que el sistema dice de sí mismo, sino lo que el sistema hace, es decir, de qué manera viven los ciudadanos ahí. A los individuos no se les puede juzgar por lo que dicen de sí mismos - y esto sucede en los Estados o los regímenes - cualquiera puede decir que es un genio incomprendido o un Estado democrático. Lo que se requiere saber qué genialidades hace, cuáles derechos pueden ejercer los individuos.


El error: profetizar


El debate no es un momento para llegar finalmente a la VERDAD, es una forma, un método permanente de seguir buscándola porque ella no es definitiva, no hay verdades estáticas. El marxismo nunca dijo que había verdades estáticas, pero fue deformado hasta el punto de emplearse las citas como un argumento definitivo.

-          ¿Usted por qué dice eso?

-          Lo dijo Lenin.

-          Ah perdón, disculpe, no le he dicho nada... , Lenin usado como si fuera el espíritu santo y ese señor es una persona, no "la ciencia" con saco y cachucha...


II


El que crea que Inglaterra o Francia se van a embarcar en una guerra por colonias o mercados, está loco. Eso fue cierto en 1911 pero no lo es en 1989. La definición que en el primer tomo de El Capital hace Marx del proletariado se ajusta al proletariado inglés del siglo XIX. El que describa hoy así al proletariado sueco está delirando; ese señor es, en el presente, copropietario de las empresas, tiene seis semanas al año de vacaciones y varias de ellas las disfruta en el exterior. Es que le mundo cambia, las cosas cambian...

No más textos sagrados, hay que trabajar, como en política, sobre realidades que se relacionan con situaciones humanas variables y concretas. En el marxismo algunas formulaciones fueron - son - aciertos innegables; otras, desde su formulación, fueron erróneas. Y el peor error fue el de ponerse a profetizar. Esa, definitivamente, no es una rama de la ciencia.

Lo previsible es posible donde hay leyes estables.

En astronomía se puede prever un eclipse de sol o de luna, la fecha, donde se va a ver, donde no. Esas son leyes que no son modificables con nuestras acciones, no podemos parar el sol o cambiarle sus velocidades. En la historia no hay nada por ese estilo, ahí se dan acontecimientos que tienen efectos sobre otros aspectos de la vida social y esos acontecimientos, las más de las veces, son imprevisibles.


No toda es lucha de clases


Si uno dice que las guerras están movidas por el mecanismo y las formas de la lucha de clase a nivel interno e internacional, podría equivocarse. Eso no puede decirse de las guerras modernas y actuales, ya no es así. Probablemente, no siempre, en el pasado lo fueron. Sería muy forzado decir que la guerra de Mongolia contra China fue una lucha de clases...,  Los mongoles no estaban organizados en clases, eran tribus nómadas, los chinos sí.

En algunos casos, un marxista con un análisis fino podría demostrar que se trata de una forma de la lucha de clases. Una cosa son las leyes y otra los principios especulativos para ciertos casos. Las leyes de la naturaleza, por ejemplo, no tienen excepciones. Las posibles excepciones corresponderían a leyes más complejas que las contienen: así trabaja la ciencia. Aquello de que la excepción confirma la regla es cierto, pero en las reglas estadísticas, no en las naturales que son generales y no sirven para explicar los hechos particulares, precisamente porque son de validez particular.

La historia no puede explicarse con leyes naturales.

Si caemos en esa tentación facilista y nos ponemos a explicar con esas leyes fenómenos particulares - el caso de lo que ocurre aquí en Colombia - caeríamos en el ridículo.

Es como cuando dicen que todo lo que ocurre se explica en última instancia por la economía. Si en última instancia todo se explica por la economía, ello no explica nada, termina siendo un sofisma.

En la configuración de la doctrina marxista hay aportes muy importantes, generosos; en la lucha de los trabajadores ha sido determinante de muchas conquistas.

Lo que hay que rechazar son las profecías, pues ellas no forman parte de la investigación científica. Los profetas judíos se daban el lujo de corroborar constantemente sus profecías y existían razones de peso en sus certezas. Profetizaban, por ejemplo, la caída de un gobierno corrupto e infame y como la gente les creía, ese gobierno perdía consenso, legitimidad y se derrumbaba. Así es que, gracias a la acción del profeta, ya no podía gobernar contra todo el mundo. Maquiavelo decía al respecto que él creía en los profetas armados pero cuando estaban mejor armados que sus adversarios.


El fin de la "solución definitiva" y el "entusiasmo basado"


No, nosotros no tenemos ninguna futurología histórica y además hay que partir de la base que esta defensa de la democracia nos compromete en una lucha sin las grandes ilusiones a las que estamos acostumbrados, esas ilusiones de tener una meta absoluta, que dé solución a todos los problemas.

Hoy no nos es posible seguir diciendo y diciéndonos que todo este momento político es un medio, un procedimiento táctico y que nuestra meta es la toma del poder y la nacionalización de los medios de producción, y que luego todo se resolverá por sí mismo.

Actuar con esa lógica permite tener un "entusiasmo basado", y éste es aún más grande si a él se le agrega el futuro, lo que vendrá: los dos tiempos de la historia, el antes y el después del magno acontecimiento que con el accionar táctico estamos preparando.

Antes es la prehistoria: la historia de la sociedad liberada, enredada, dominada. El después es la historia de la sociedad liberada, la solución definida, absoluta, que generará la humanidad no conflictiva.

Debo confesarles que ojalá Dios no permita que yo vea este momento, porque, en verdad, no me gustaría vivir en medio de un coro que canta la misma canción.

Ese halago de la solución definitiva no lo vamos a tener, basta con leer los acontecimientos de la historia para sustentar lo dicho. La nacionalización de los medios de producción no ha evitado caer en las garras del Fondo Monetario Internacional. Checoslovaquia, Hungría, Polonia tienen una deuda externa más grande que la nuestra.

No hay acontecimiento que parta la historia en dos. Que ese sueño no sea el motor de la lucha. Tengamos la suficiente modestia para saber que no tenemos claro el futuro, que no está organizado, planificado, programado y concretado. Que en cualquier circunstancia en que nos encontremos, luchemos a favor de los explotados, de los dominados, de los que son más vulnerables, que luchemos contra los que explotan, los que dominan, los que son más poderosos, sin que pensemos que a partir de cierto momento todo eso desaparecerá.

Luchemos porque se incremente el poder del pueblo: el económico, no sólo por su ingreso, sino también por el de su capacidad decisoria sobre el empleo de los recursos de la sociedad; por el político, es decir, el de su intervención efectiva de las decisiones que a él le conciernen; por el ideológico, el de su capacidad de producir iniciativas. Luchemos por un poder cada vez mayor para que nunca declaremos: "El pueblo ya está en el poder y ya no necesita más luchas porque estando en el poder la lucha es una perturbación y la prueba del poder popular es que yo estoy en el poder y yo soy su representante".


Hay que erradicar el maniqueísmo


Aprender a estimar y a afirmar democracia es aprender a luchar con entusiasmo, con coraje y sin la ilusión de sentirse el representante único de la verdad, la historia, el pueblo y de un poder tan auténtico y nítido que todo lo que difiera es ilegítimo.

Salir del maniqueísmo, de ese maniqueísmo que en la primera mitad del siglo costó más de cien millones de víctimas - contadas las guerras mundiales y anticoloniales, los fanatismos, los campos de concentración y las bombas atómicas -. Cien millones de victimados en nombre de la verdad absoluta, de la incapacidad para el diálogo.

Dejar atrás el maniqueísmo es una de las formas de la democracia y de los verdaderos derechos humanos, de los de todos. Sólo así se podrán hacer luchas populares, ampliadas.

Ustedes, por ejemplo, pueden luchar por el derecho de los soldados a no ser entrenados - como Pavlov entrenaba a sus perros - por repetición, hasta que dejen de pensar y su acción sea por reflejo.

Los generales creen que poniendo a los soldados a cantar el himno cuatro veces al día se van a volver patriotas. Para ser patriota hay que a prender a amar al pueblo, es decir, sufrir con sus dolores y carencias y gozar con sus logros, combatir los dolores y sus causas. Es que la patria no es sólo el territorio, es también el conjunto de los habitantes. ¡No! Por muchos rituales a la bandera y cantos del himno, si lo que hay detrás es el maniqueísmo del enemigo interno; si lo que enseña es el "complot subversivo" quiere arrebatarnos nuestras tradiciones y la identidad nacional y por tal tenemos "derecho" a destruir a los "subversivos", no estamos enseñados a ser patriotas y menos aún si esa instrucción maniquea se hace a patadas, irrespetando los derechos humanos del soldado.

Y si a ellos les están violando los derechos humanos, aunque en algún momento hayan sido "los enemigos", aunque haya habido enfrentamiento, así ellos hayan disparado contra nosotros hay que luchar por sus derechos, por un trato humano y respetuoso de sus superiores. Esto es importantísimo si, como ustedes lo han expresado, el proceso de paz no se circunscribe al M-19, sino a un movimiento que lo excede, porque es un movimiento por la paz, por la democracia.

Actuar así podría ser curativo de una de las más limitantes manías de la izquierda: el recelo grupista.

Es esa vieja historia de no apoyar la lucha de tales o cuales trabajadores que protestan por condiciones de trabajo adversas porque el sindicato pertenece al Partido Comunista o al Partido Liberal o al Conservador y yo no voy a cargarle ladrillo a otros para que tengan una victoria. ¿Y los trabajadores qué? ¿Acaso no son lo más importante?

Es que el maniqueísmo puede realizarse paralizando a unos y otros que se recelan entre sí ¿Quién es el que va a ganar aquí si la huelga es victoriosa? Ese tipo de mezquindad grupista ha sido una tragedia en la izquierda colombiana y la ha hecho importante.

Cuando se formula que todo este movimiento por la paz no es del M-19, es bueno que lo recuerden y que lo apliquen; están superando la mezquindad grupista, nunca lo olviden.


Lo que hay que tener en cuenta es lo que sirve al pueblo


Defender la democracia es luchar con permanencia por la ampliación de los poderes del pueblo. Todos los poderes: ideológicos, culturales, políticos, económicos, de capacidad organizativa, de decisión e intervención, y eso no es luchar por el capitalismo. Esto se está produciendo en muchos lugares del mundo: los trabajadores conscientes que han dejado de luchar exclusivamente por sus ingresos en los pliegos de peticiones.

Hoy - en Italia o en Suecia, por poner algún ejemplo -, cuando se hace una huelga, en ocasiones se incluyen en los pliegos de peticiones puntos no negociables: el montaje de la fábrica sobre el río tal que va a envenenarlo, dañar el ambiente de los habitantes ribereños y destruir la actividad de los pescadores. Podemos - dicen -  negociar salarios, vacaciones, horario, permisos de trabajo, pero no esa destrucción ecológica, ese atentado contra la comunidad, contra la patria.

Están yendo más allá de la lógica del capital porque les toca abandonar el proyecto y las utilidades estimadas, que es la única  lógica que los mueve independientemente de los efectos sociales.

En muchas oportunidades los trabajadores se han logrado oponer con éxito a proyectos empresariales aberrantes con criterios que son más bien éticos.

"Queremos que nuestro trabajo tenga un sentido para el pueblo - dijeron los trabajadores de Alfa Romeo -, nos oponemos a este proyecto de producir unos automóviles costosísimos, de lujo, de dos puestos, pero con el precio de un bus. Nosotros no vamos a dedicar nuestro trabajo a que los hijos de los multimillonarios ronquen por las carreteras de Italia. Estamos dispuestos a ampliar la producción de buses, pero eso - y esto no es negociable - no lo vamos a hacer aunque nos paguen bien".

Huelgas lindas, huelgas en que las luchas de los trabajadores van más allá de sus intereses inmediatos y directos, que rompen la lógica del capitalismo porque están guiadas por el interés del conjunto de la sociedad.

Es que el capitalismo se puede romper de muchas formas y los mecanismos no los inventó Lenin exclusivamente. El capitalismo es en la historia humana una época bárbara y supremamente fecunda en cuanto al desarrollo de la tecnología.

Pero esa es una época que pasará como pasó el feudalismo, lo que no sabemos es cómo ni cuándo.

Y cuando yo digo bárbaro me refiero al hecho de que los recursos humanos, materiales, naturales, se dediquen a darles utilidades a un grupo de privilegiados en vez de sostener prioritariamente la satisfacción de las necesidades del pueblo. El que niegue esta barbarie del capitalismo es que no la ha examinado.

Es posible que una democracia radical sea el capitalismo para superar esa formación histórica particular, es decir, mayor capacidad de los trabajadores y, ¿por qué no?, leyes de abolición de la herencia sobre los medios de producción: que los herede el sindicato o los trabajadores, el municipio o la nación. Esto no es imaginación mía, eso está propuesto en Suecia, una democracia avanzada con éstas y otras medidas democráticas que ya son anticapitalistas.

La dificultad en este punto radica en la configuración de la izquierda en este siglo, que desgraciadamente ha llegado a creer que el reformismo, según esta conceptualización, refuerza al régimen y se les olvida que refuerza al pueblo. En todo caso, como refuerza al régimen el reformista es un adversario.

Los soviéticos hoy con su perestroika se hacen una amarga autocrítica por estar combatiendo todo el tiempo a la social democracia como su peor enemigo, en lugar de tratarlo como aliado.

En países donde ha habido estabilidad democrática, éste comportamiento, entre otras cosas, condujo a los partidos comunistas prácticamente a su liquidación. Se opusieron sistemáticamente a las reformas y el negarse a colaborar en lo que no fuera "la revolución", los dejó al margen de la política y fueron disolviéndose. Pensemos en el Partido Comunista inglés; hoy son un puñado de hombres. El Partido Comunista francés no fue capaz de evolucionar a tiempo y las consecuencias están a la vista; eran el 30% del electorado, los otros partidos tenían que aliarse para ganarle, hoy son el 5% de los votos. El italiano cambió, se volvió un partido democrático y reformista y es el 28% del electorado.

No hay que asustarse con el término reformista, su carácter y bondad dependen de la profundidad de las reformas.


¿Qué es hoy ser revolucionario?


Para terminar, hablemos breve y sencillo de la revolución. Ella puede tener dos sentidos: el de las revoluciones francesa, soviética de 1917, china de 1949, cubana de 1959, por nombrar algunas, que son las revoluciones que estallan. Pero también puede hablarse de las que ocurren y nunca estallan y que producen transformaciones de la vida igualmente profundas o más profundas y estables.

El marxismo usa el término revolución en ambos sentidos. Un ejemplo es el de Engels, cuando dice que la revolución más importante del mundo occidental - hasta hace poco - fue la del Renacimiento. Pero el renacimiento nunca estalló, nadie lo decretó. Comenzaron los pintores a pintar distinto, la gente a pensar distinto y las sociedades a comportarse de manera diferente, y - fíjense - nunca estalló.

Entonces, no se preocupen si les señala y acusan de no ser revolucionarios. Lo que ustedes están haciendo es posibilitando que ocurra una revolución.


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